domingo, octubre 28, 2007

El desafío de la caja estética: una lectura sobre el Premio de Honor del Concurso de Arte y Poesía Joven 2007.

En realidad estamos ante una obra de talante industrial. Los materiales utilizados son parte de una impresión urbana que nos abre hasta las entrañas de una civilización en construcción. Sí, porque en este caso, el arte nos sugiere una versión de construcción permanente como si todo fuese parte de una obra mayor, en el cual somos parte. De ahí su calidad fragmentaria, abierta a la misma imaginación del lector, de quien se sorprende con esta caja que se vuelve objeto de estética de primer nivel. Lo desechable se vuelve eterno, de ahí la ironía misma de su talante industrial.

Debo añadir acá, la capacidad alegórica que posee esta obra. Al mismo tiempo que nos rememora una nostalgia imperecedera con ese uso de sombras contrastadas con blancos provenientes desde el mismo cartón, nos llama a construir mentalmente una fotografía familiar de insospechadas historias. En ella, están los fenómenos humanos concentrados en una caja cerrada que no debemos abrir, porque estamos al filo de la profanación artística. Además, me permite ver en ella una alegoría de la realidad social, donde producto está mixturado hasta la médula con las esferas personales y familiares. La imagen familiar se vuelve producto.

El artista domina el conjunto de las cosas, a través de la construcción de un significante abierto, que nos permita construir una materialidad a través de diversos ángulos, concéntricos, sin duda, ya que vuelven en un eterno retorno a la obra misma de la caja estética.

Cada obra posee una poiesis como manera de autodenominación de la obra, que se aleja completamente del plano de las definiciones unívocas del mensaje mismo, sino más bien, se adentra a un conjunto de vías de la praxis y del sueño vital que a veces no ha sido ni siquiera explorado. De esta manera, la obra es una fuerza misma de vías de comunicación hacía una red de significados, situadas en el barómetro de la experiencia cultural.

Camila Barrientos (21 años), estudiante de la Universidad ARCIS de Valparaíso, logra con creces una red de lecturas posibles que enriquecen la obra, y aunque una caja en apariencia es débil, frágil, e insignificante, la artista la transforma en un concreto posible, constante en su conjunto significante, maciza por su interpretación visual, y poderosa: genera una apropiación del medio social a través de la trasgresión contradiscursiva en tanto caja industrial echa arte.