viernes, agosto 22, 2008

Beijing y la contradicción

Estos juegos olímpicos han sido a mi juicio, uno de los más maravillosos espectáculos del mundo deportivo. Su inauguración, representa la inmensa capacidad creativa de miles de hombres y mujeres empecinados a que todo saliera a la perfección, con sincronía melódica, y orden impertérrito. Con una especie de recuento histórico, apreciamos la hermosura cultural del legado oriental, con un sello imperial inigualable, y un toque artístico que cambia en punto de giro la estética de este tipo de espectáculos.

Muchos llegamos a amar a China. Esos bailes escriturales en un inmenso papel chino, dibujando con melancolía un paisaje típico de la China de 56 etnias. La impresión, fue que la inteligencia humana puede hacer mucho. Nos sorprende día a día. El momento de la inauguración olímpica, agradecí estar vivo para haberla visto. No importaba que fuera por televisión, ni tampoco en diferido, sino que importaba que apreciaba y admiraba al ser humano por querer resumir en horas la civilización oriental, la creación del arte, la movilidad deportiva, la acrobacia poética. El encendido de la llama olímpica, era la fundación de un mito. La coronamos mucho con una lágrima de emoción. Gracias China, gracias Beijing.

Esa capacidad creativa humana, es paralela a la capacidad de superación física de hombres y mujeres. Bolt, Pelphs, Isinbayeba, son sólo estándartes de que a veces, pensamos, que los humanos no tenemos límites. Todo ha sido demasiado. China, en ti se han reunido miles y miles de hombres y mujeres, para hacer un tributo a la magnificencia humana. China, en ti, nos hemos vertido. Gracias China, gracias Beijing.

Sin embargo, no perdono la matanza brutal a miles de jóvenes de estudiantes en la Plaza de Tiananmen. Ellos reclamaban al soberbio Estado Chino, reformas democráticas, y libertad de expresión, para que esa capacidad inconmensurable del ser humano, sea vertida en todo momento y no por ordenanza gubernamental o por suceso oportuno. Exigían lo mínimo.

No perdono, China, no perdono Beijing, la migración forzosa de miles de campesinos de lugares a otros a punta de metralleta. Ellos ni siquieran han hablado.

No te perdono Mao Tse Tung, la represión cultural que hiciste a artistas, profesionales, trabajadores y estudiantes, basado en tu neurosis contra burguesa. Quizás el camino sea la diversidad y la tolerancia, como pilares fundamentales de la libertad humana. Quizás, veo que ustedes no están seguros de eso.

Me haces llorar, China, cuando veo la violencia contra cientos de monjes budistas que exigen una libertad religiosa que refleje la diversidad cultural, étnica y de creencia en la Gran China. No quiero creer que el ateísmo es un autoritarismo de consciencia. No me hagas tener un prejuicio.

No sé si vale más la magnificencia de una inauguración, la excelencia de la producción olímpica, y la superación deportiva, que la violencia social, la violencia de los derechos humanos, y la intolerancia institucional de China.

No te perdono, pero me maravillas hasta las lágrimas.