viernes, julio 17, 2009

Cuestión de Viejos

La problemática sucedida en Honduras, es de larga data. Será mi educación como historiador la que me provoca escribir de esta manera, y parafraseando a Pierre Nora, “el hecho está allí, patente, contundente”, cuando vemos de qué manera se configuró en Honduras, esta crisis que no es para nada de sorprendente, ni tampoco repentina.

El hecho no es el golpe de estado en sí que sucedió en el medio de una profunda agitación política, una cuestionada gestión ejecutiva del Presidente, y en una población polarizada y fragmentada, sino más bien, en una estructura de relaciones de poder que van más allá, o por decirlo de mejor forma, el hecho real es que la matriz sociopolítica que demuestra el juego de las estructuras de las relaciones materiales de los diferentes actores sociopolíticos, la que está quebrada desde ya un lustro.

La cuestión de Honduras, es una cuestión de viejos. Un choque de dos gallos de pelea, de dos formas de ver el mundo, pero desde el prisma de la elite aristócrata centroamericana, y de ninguna forma una demostración de dos polos reales de democracia social manifestados, sino todo lo contrario, dos formas de dominación del pueblo hondureño.

Todo este desorden republicano del cual somos tan visitantes como protagonistas, viene a la par de cuando José Cecilio del Valle redactó la declaración de independencia en 1821, y vendrán después de esto una serie de rencillas militares - vergonzosas por lo demás – como las sufridas por Dionisio de Herrera en 1827, donde estaban enfrentados unionistas y separatistas; o por ejemplo, a comienzos del siglo XX, cuando la estadounidense United Fruit Company apoyaba a nacionalistas, y la centroamericana Cuyamel a los liberales. Una serie de errores que no honran en ningún momento a una revolución independentista que buscara construir una verdadero país, sino que más bien, configurar un aparato del estado más o menos servil a cierto grupo de la elite de turno, todos parientes de una sola clase social.

Manuel Zelaya Rosales, miembro del Partido Liberal, originario de una acomodada familia terrateniente, sucedió al nacionalista y empresario Ricardo Maduro, con la finalidad de sacar al país delante de un pobre crecimiento humano, a través del acceso de petróleo a menor valor, acercándose de esta forma a Venezuela, sin embargo fue un coqueto diplomático con el gobierno de George Bush, en varios aspectos, para favorecer la entrega de visas. Su variopinta posición ideológica, vaciló siempre entre el neoliberalismo, la economía de mercado, las posiciones norteamericanas, y de forma sorpresiva hacia el socialismo bolivariano, que proclamó a finales del 2007.

Es casi obvia que su mismo partido, llamara al pronunciamiento violento de las Fuerzas Armadas, y la desobediencia total de los poderes del estado, a un presidente que traicionara sus posiciones de la elite hondureña. No es de sorprenderse, a pesar que ciertos periodistas lo hagan, si analizáramos a cada uno de estos personajes, tanto que Micheletti hubiese quedado con cola larga al ser derrotado en las primarias presidenciales del Partido Liberal. Los del Golpe de Estado son reaccionarios a las reacciones ambiguas de Zelaya. Reaccionarios versus reaccionarios que chocan en torno a la chimenea del palacio de la elite hondureña, con un vaso de coñac, un puro en la mano, y con pasajes a los centros de poder mundial.

Mientras tanto, la Organización de Estados Americanos, demuestra no la incapacidad de su cómodo Secretario General, sino de la incompetencia de las delegaciones diplomáticas de los países, únicos para hacer las presiones reales, más que una mera carta de declaración de buenas intenciones, que sin ninguna duda, no mueve ni un solo pelo de Micheletti y sus gorilas.

Hay que ser crudos en estas ocasiones. Crudo como un militar. Zelaya no tiene ningún poder real en este momento, más que llegar en un avión y ser apresado por delitos que la dictadura le imputa. Los únicos que tienen poder real en estos momentos, no es Insulza en su auto lujoso en su casa segura de Washington, sino que los países en decir basta de una vez por todas, o sino, lo que sucederá, es que una vez más en la historia de América Latina, se permitirá que las declaraciones violentas de facto, sean posibles en estos países.

Pasos contra el hambre mundial


En la Cumbre de los 8 países más industrializados del mundo, más una serie de naciones incipientes y pujantes del orbe, como China e India, se han reunido en la casa Italiana, recibidos por el polémico Silvio Berlusconi, en medio de una serie de entramados y conflictos sociopolíticos que golpean en gran medida a nuestro planeta: la inestabilidad en Centroamérica, la masacre indígena en Perú, el incierto panorama político argentino, la crisis indígena en China, y la sospecha permanente de la pandemia gripal. Sin embargo, los industriales políticos del mundo, pareciera que hicieran un alto, para referirse de qué manera fortalecen el poder económico y político del G8 en esta crisis mundial que no pareciera golpear tan fuerte, sino es a los bolsones poblacionales que tienen todos algo en común en cualquier parte del mundo. Son socialmente vulnerables, sufren hambre, y están dentro de un sistema de explotación del trabajo.

La condición de pobres, se ha agravado en las últimas décadas en nuestro planeta. Hay más pobres, y los que lo son, están siéndolo con características disímiles. En algunos países podemos observar que pobres poseen acceso a tecnología a través del crédito tóxico, pero están dentro de un sistema ocioso de un trabajo precario e informal. En otros países, los pobres no tienen acceso al mundo globalizado y tecnológico, pero están dentro de un tejido social identificado en clase social y fuertemente diferenciada.

Hoy, no podríamos hablar del pobre, sino que de los pobres, como distintas vertientes de una misma clase internacional de condiciones materiales de las cuales están insertos.

Por otro lado, en el mundo la desigualdad se ha agravado. Las diferencias de poder adquisitivo se han aumentado en su brecha de separación, y los ricos, cada vez son menos, mientras que ganan aún más, expulsando a un extremo a las capas medias, que sobreviven con el crédito bancario como forma de vida.

El hambre es un problema global en un sentido crítico. El hambre y la desnutrición incuba gente pobre, inadaptada, y con características de menor explotación neuronal en un ambiente más o menos igualitario. Por otro lado, un joven mal alimentado en el transcurso de su vida, será menos emprendedor, menos trabajador. Aunque suene básico, es así de simple la ecuación que les presento. Más hambre, es más pobreza a largo plazo.

La pobreza estructural de la cual es afectada la orbe, se produce por una serie de factores económicos y políticos de base, pero lo que sostengo, que la columna fundamental que construye sociedades precarias, es la pervivencia de un hambre que se vuelve patología social.

En el mundo hay 824 millones de personas desnutridas, mientras que en América Latina hay 51 millones de de hambrientos. Si esto sigue así, las sociedades no podrán insertarse dentro de la sociedad global, y si nos posicionamos dentro de un discurso alterglobal, un país sumido en el hambre, jamás podrá plantear una alternativa económica ante los sistemas hegemónicos.

África, no existe políticamente – es decir, dentro de los diálogos de negociación internacional – porque, además de poseer una inestabilidad enfermiza de los sistemas políticos, estos, no poseen un sistema de saneamiento eficaz, y el hambre ha mermado de forma horrible a más del 50% de la población total.

Así como el hambre provoca un retardo en el crecimiento cerebral de un niño, es consustancial y lógico que provocará un daño en el crecimiento del desarrollo económico de los nodos productivos en torno a las competencias globales.

Es por esto mismo, es que es fundamental, que en la agenda internacional, la problemática del hambre dentro de las conversaciones de potencias y puntos de encuentro, sea uno de los factores fundamentales de congregación, viendo esto mismo, como la solución a un problema más congénito que es la pobreza. De ahí, paralelamente que las grandes potencias avanzan en torno a generar estructuras económicas que posibiliten una mejor seguridad alimentaria – como las anunciadas esta semana, en torno a financiar con 12 mil millones de dólares – es fundamental, aumentar la cohesión social de los grupos civiles que posibiliten generar mecanismos de empoderamiento de las tierras y las cadenas productivas de los alimentos, dentro de lenguaje de la soberanía alimentaria, ya que obligamos a todos, a encargarse del tema en el medio de la cooperación.

El costo para erradicar el hambre es de 30 mil millones de dólares por diez años, valor bastante más importante que los anunciados por las naciones industriales – y que aceptaron la proposición de Obama con sospechosa evasión – pero bastante menor al rescate a la banca privada y el costo de la Guerra.

Se juega el futuro, y lo que terriblemente me convence, es que no hay suficiente voluntad de solucionar los problemas reales del mundo.

¿De qué Rusia estamos hablando?


Rusia
Es innegable que debemos analizar los fenómenos y coyunturas políticas bajo una triple mirada: sociológica actual, económica estructural, histórica de la movilidad de los pueblos. Por lo menos, es mi sincera posición dentro de la compleja y variada episteme del análisis internacional.

En estos días, me quedé pensando en la Rusia de hoy. Este país que aún suena lejano para muchos, pero que desde ya hace un
lustro viene a ser una esfera occidental, e incluso mucho antes que la Revolución bolchevique, y que tiene una historia particular de su estructuración de masas en torno a sistemas políticos que no se han replicado en occidente.
Hoy, no podríamos hablar de Rusia, sin tener que venir de la Unión Soviética, y me atrevería a enunciar, que es la verdadera fundadora, con todos sus defectos y virtudes, del país actual.

En este país, se vive bajo la atenta mirada de una dualidad del mantenimiento del poder político. Un poder, que tiene, en verdad, el objetivo de mantener a las elites políticas que se originaron bajo las reformas estructurales capitalistas posterior a la desintegración del monstruo soviético, y que en realidad, vino a perpetuar a los hijos de la burocracia comunista, en sectores privilegiados de la economía, el Estado, y las relaciones sociales. De ahí provienen Vladimir Putin, funcionario comunista de inteligencia política y militar del antiguo régimen, y Dmitri Medvédev, autor del nuevo derecho civil que se vendrá a ajustar al sistema capitalista y de la democracia liberal en los noventa.

Dos hijos del comunismo burocrático, de la clase privilegiada de los revolucionarios del Estado, que hoy, pregonan a viento de sur y norte, las grandes ventajas del libremercado y la occidentalización del mundo. Sin embargo, permanecen ahí, como recuerdos estáticos y baluartes de un nacionalismo nostálgico, las marchas militares que celebran el triunfo bolchevique en contra del nazismo, y en la Plaza Roja, el cuerpo inerte sacrosanto de Lenin.

Medvédev, se parece tanto a la gerontocracia rusa, que a buena fortuna de sus habitantes, cree en una grandeza manifiesta del pueblo ruso, y que por lo tanto, no es ni servil a Europa y EE.UU, y por eso deja a Lenin durmiendo como fundador del comunismo burocrático de ese Estado. Sin embargo, también se parece tanto a la generación tecnocráctica de los reformadores neoliberales, que a buena fortuna de sus habitantes, tiene conciencia que Rusia ya no es la Unión Soviética, y si es necesario, es capaz de mandar a incinerar el mausoleo religioso de Lenin.

Y en verdad, debe estar más que tranquilo. Tiene a su haber, a Putin como Primer Ministro, que es el fundador preclaro de una nueva generación que cooptó al Estado ruso, en la preservación de la elite estatal.

No obstante a esto, siendo honestos: ¿De qué Rusia estamos hablando? De qué forma, la calidad de vida de los rusos y rusas ha mejorado, de qué forma las desigualdades sociales han progresado en torno a la justicia social. De qué forma se ha mantenido un sistema de salud gratuito y de calidad fundado por los soviéticos. Y la gran pregunta: ¿Quiénes son los verdaderos gobernantes de la Gran Rusia, y de qué manera se sostiene su sistema de legitimación política?

No vaya a ser que despierte un Lenin momificado, con sus zombies de plata, por la gloriosa Plaza Roja, y ver cómo avanza mientras el capitalismo se mantiene en la nueva generación de los administradores del estado. ¿O es que Lenin fue el padre fundador de esta oligarquía y somos tan ciegos?

Para terminar: soy un convencido de que Rusia debe mostrarse aún más en el mundo, con sus fortalezas y flaquezas, y con honestidad de lo que son realmente, y cómo sostienen aún a un país multicultural, inmensamente rico, y sumamente dominante.