domingo, diciembre 25, 2005

Altazor edita Noticias sobre la inmanencia - Artículo de Juan Cameron -


Altazor edita Noticias sobre la inmanencia. El joven poeta Cecereu

escribe Juan Cameron

“Noticias sobre la inmanencia”, editado por Altazor, en Viña del Mar, es el primer libro del poeta Alberto Cecereu. A los diecinueve años, el estudiante de pedagogía en Historia y Ciencias Sociales sorprende por su desarrollo y concepción del oficio. El libro fue presentado en Viña del Mar el pasado mes de octubre.

Para el poeta Ismael Gavilán, quien presentó en Viña del Mar el libro de Alberto Cecereu, el concepto de inmanencia comprende lo presente -como tiempo intercambiable por la experiencia- la contemplación del sujeto amado y el desplazamiento de esta contemplación desde lo subjetivo hacia la realidad. No sin cierto humor, el autor aclaró que esta inmanencia bien puede ser una localidad a 105 kilómetros de la ciudad de Valdivia, o un pueblo donde el dolor, el goce y la duda se establezcan como esencia del ser humano.
A su temprana edad -Cecereu nació en Valparaíso en 1986- propone una revisión de cuanto le rodea y este análisis se dirige hacia el centro mismo de las cosas. Lo inmanente, sabemos, es lo que reside en el ser y se encuentra en éste desde su comienzo a su fin; y es también cuanto por concepto tenemos de las cosas. Y, a pesar de algunas pequeñas fallas de construcción, que habrá de superar en sus próximas publicaciones y que se indicarán más adelante, Cecereu demuestra una natural fluidez en los temas que aborda en este libro.
La cita de Li Po -”la novia de hoy algún día será anciana”- que inicia la primera parte, reafirma el sentido esencial y a la vez breve de las cosas. En once textos el poeta intenta resolver la cuestión amorosa a partir del mismo concepto, el que señala en varias ocasiones: “después/ dirán (...)/ que el amor prevalece/ después/ del fallecimiento mortal de la sangre y el cuerpo” (“Hipótesis histórica”). La imagen de la mujer puede ser, al mismo tiempo, paráfrasis, reflejo o espejismo. No existe por el momento una realización plena frente a esa imagen: “es como la música que sobresale/ desde el rocío/ de la noche/ fantasmas/ que revientan” (“Reflejo”). Y aún cuando esta mirada pudiera retenerse, ello ocurrirá solamente sobre el cerrado territorio del lenguaje: “después de imaginar/ a tu mujer/ en la retina/ sin siquiera dar un pestañeo” (“Locura”).
El poeta parece otear tras los visillos. Desde tal punto de observación el entorno no resulta amable ni menos prometedor. El epígrafe de Pablo de Rokha -que inicia la segunda parte de Noticias sobre la Inmanencia- es decidor al respecto: “Percibo el devenir mundial como imagen/ sólo como imagen”. Tanta precaución se justifica; afuera hay dolor, tráfago, palabras que se pierden. La hostilidad se ha convertido en el emblema de la urbe y de sus calles y todo le resulta ser una “detonante/ oscuridad/ de súbitas/ reacciones” (“Dubito”).
Tal vez la solución frente a esta debacle - más que la poesía- sea el silencio: “esperar/ es escribir la historia en un solo verso” (“Espera”). Pero en ello se debe tener cuidado pues el silencio, también como espacio legible en el texto, es una idea extraliteraria, un mero concepto proveniente de la teoría y que, con unción, se ha acogido desde el campo filosófico. Es claro, éste no tiene otra solución sino en la absoluta página en blanco. Es diferente callar que hablar del silencio; el poeta lo sabe: “Deberías proclamar/ el silencio/ que los aleja/ más allá del fondo/ la intimidad secreta de sus palabras”. (“In puribus”). Tal vez por esta razón Cecereu cierra esta sección con un magnífico apronte: “deberías entender que el deseo/ es persistir ante la fuga/salida abrupta/ y cenizas sobre cenizas”.
La tercera sección y final cierra el libro con un solo y extenso poema, “Restricciones”, una pieza un tanto obvia que el autor ubica en este preciso punto a modo de conclusión. Sirva el marcado interés por el humor allí observado, así como el uso de “palabras conceptos” para inflingirle algunas necesarias recomendaciones a este joven creador. En primer lugar, y respecto a lo inmanente, la voluntad de ser no puede imponerse a la necesidad de crear; si algún trabajo nos resulta a simple vista forzado, en consecuencia, debemos prescindir de él.
En cambio las piezas con pequeñas fallas de construcción pueden mejorarse con la simple aplicación de algunas reglas básicas, enseñadas en cualquier taller de escritura. Es preciso aplicar, aquí, normas de economía de lenguaje (demora el silencio en el rincón, en lugar de “demora el silencio en la esquina de la pieza”, por ejemplo) así como evitar términos con más de nueve letras, los que resultan pesados al oído y revientan el ritmo en castellano. Las construcciones adverbiales, los gerundios deben someterse siempre a una revisión (“salvajemente”, “permaneciendo”) y con mayor razón si se trata de términos importados a manera de conceptos desde otras disciplinas y que sólo sirven para advertir, al lector, cuán culto es quien las utiliza (“luchando psicoanalíticamente”, “radiobacteorológica”, etc.).
Alberto Cecereu tiene, a los diecinueve de su edad, grandes posibilidades de acceder a ese reconocimiento a que todo creador aspira. Es un camino duro, pesado y excluyente, y que requiere además demasiada perseverancia. Su continuo fluir sobre la página, a pesar de estas breves u odiosas observaciones, indican que, de aplicarse, ubicará su nombre en las mejores y más preciadas listas.

aparece en: www.liberacion.press.se/anteriores/051209/notas.cameron.htm

jueves, diciembre 22, 2005

EN LA CAMA con (de) Matías Bíze

Lejos una de las mejores películas chilenas del año.

Una pareja hace el amor en una pieza de una motel capitalino.

El escenario, al fin y al cabo, es frío en medio de toda esa pasión humana. Son dos personas desconocidas que comienzan a escrudiñarse mentalmente según pasan las horas. Es decir, afloran las debilidades exteriores e internas de Bruno y Daniela, que a pesar de no querer involucrarse más allá de buenas sesiones de sexo, la intimidad al desnudo otorga pudor individual ante el extraño. Aunque uno, quizás, no haya sido jamás un protagonista de escena parecida, la identificación con uno y otro personaje es al unísono, y por ende, la risa ciega, la complicidad, la verguenza, y el recuerdo, afloran en uno en varias secuencias del largometraje.

Ese es el logro de Matías Bize, y por eso mismo nos acostamos juntos. Es que es eso. El hombre es mujer, en cuanto la dualidad humana de la esencia se manifiesta en los actos, y la mujer es el hombre siempre y cuando nos reconocemos partes de un todo manifestante. Al igual que el sexo. Es que es eso. Estamos en la cama tú y yo. ¿Cierto?

Las actuaciones de Valenzuela y Lewin son, lejos, lo mejor demostrado en cualquier teleserie u obra de teatro, porque no se nota en ningún momento, una sobreactuación o un fingimiento forzado, e incluso uno tiene las certeza por momentos, que los actores vivieron tal panorama en la realidad, y por eso, no les cuesta reproducirlo.

En cuanto a la dirección de fotografía, la cámara es un intruso voyerista que goza con la conversacón más íntima y verdadera expresada en cine chileno, y por lo pronto, aparece como los ojos intimidantes de uno, al filo de la improvisación sorprendente.

Matías Bize, comienza su carrera para consagrarse como uno de los mejores realizadores del cine chileno, por ser este, un joven naturalmente humano en la cinta, y que deja, sin complicaciones, su sello particular. El sello de una generación que se caracteriza por su sincronía al aire, su simplicidad de pensamiento, pero su honda búsqueda espiritual, pero sobre toda, permanente.