martes, enero 13, 2009

Las nunca consideradas: la problemática de las empleadas de casa particular



La realidad de las empleadas de casa particular, es parte de una realidad de la que pocos hablan. Estas trabajadoras, forman parte de un buen número de excluidas sociales que se desempeñan de los trabajos domésticos que van desde: el cuidado de niños, limpieza total de los hogares, encargos de la familia, cocina diaria, administración del hogar cotidiano, y un largo etc.
Sin embargo, la realidad de estas es verdaderamente denigrante. Es considerada como un funcionario externo de la casa, pero que conoce todos los mecanismos propios de una familia ajena, que debe asesorar y trabajar por ella.

Según el Código Laboral de la República de Chile, deben tener una jornada laboral que no exceda las doce horas, con un derecho a descanso de una hora en su jornada. Quienes trabajan "puertas adentro", la condición es peor, ya que la misma ley dice que "por naturaleza"no tienen horario establecido.

Por otro lado recién este año, las empleadas de casa particular, deben ser remuneradas con el ingreso mínimo por jornadas completas, o en su defecto proporcional a la pactada en jornadas de medio tiempo.
Empero, no tienen derecho a salidas de tarde o noche, recreación interna, y el domingo libre legal en la mayoría no es respetado, mientras que los feriados no son parte de los descansos de estas empleadas. Además, las empleadas están relegadas a sectores excluyentes de la casa, no tienen derecho a utilizar teléfono, ni comunicarse libremente con sus amigos o parientes, ni mucho menos a poseer parejas o mantener una relación de amor sana. Peor aún, se les considera una empleada y persona de segunda categoría: no se le respeta un horario de alimento, y una ingesta nutricional adecuada para sus labores, y quizás es mucho pedir, que la empleada se siente junto a la familia en la misma mesa a compartir los alimentos.
Por otro lado, es pequeño el número de empleadas que están bajo Contrato Laboral, por lo que sumando las características anteriores, le es casi imposible informar a la Inspección del Trabajo los abusos que puedan cometer sus empleadores, que van desde violencia sicológica y física, explotación productiva, abuso sexual, etc.
Esta situación es parte de una sociedad machista y clasista que denigra el trabajo femenino como sujetos débiles, y que conceptualiza a las empleadas de casa particular como un trabajo mundano y fácil de hacer.
Hoy en día en Chile, estamos observando la problemática de 350 mil trabajadoras, que viven en una grave situación de dependencia esclavizante con un núcleo familiar. Y es absolutamente preocupante esto, ya que estamos hablando de que un gran número de familias no reconocen a miles de empleadas como sujetos de derecho, y por tanto, como actores que poseen la capacidad de exigibilidad de una vida justa y digna.
Esto propiamente tal, es falta de ética social, y de moral compasiva con el prójimo.
Debemos avanzar urgentemente en avances legales que reconozcan y amplíen los derechos humanos de estas empleadas, como así también, señales claras de protección de estas mujeres, que también poseen familia, hijos, y viven (o provienen) de un ambiente de pobreza y exclusión socioeconómico.
Por último, nos queda la tarea de reeducar a nuestros núcleos familiares por la senda de reconocer en cada ser humano como un verdadero hermano y hermana con el derecho inaleniable de una mejor vida que le conduzca a la felicidad.




sábado, enero 10, 2009

Universidad y Conciencia Social


He leído con atención la columna de oponión que realizó en La Revista Sábado del Mercurio, el Sacerdote Jesuita Felipe Berríos, sobre las Universidades, realizando una análisis crítico comparativo sobre las distintas realidades educacionales, entre las casas de estudio privadas de clase alta, a las tradicionales de clase media y media baja.

Las diferencias socioeconómicas de las distintas clases, son realmente notorias, visibles y en muchos casos eticamente vergonzosas. De esta manera nos damos cuenta, que la pobreza y la exclusión social, viene a ser parte de una problemática estructural, en el cual la actual sociedad, no ha sabido proyectar un futuro amable y justo. Me pregunto, ¿Que pasa con ese capitalino que vive en La Pintana, pero que toma su Troncal al lado de la Clínica Alemana en Vitacura? ¿Que sucede con el joven universitario que tiene su familia en el campo, estudia en Valparaíso y se mantiene vendiendo hamburguesas y alfajores; cuando ve que el chico de Jardin del Mar va a su Universidad en un auto propio? ¿Que siente aquel que pobreza y puntaje PSU parece una nefasta correlación?
¿Cuales son las percepciones sociales de sí mismo que todos estos personajes se construyen? ¿Como edificamos una sociedad justa e inclusiva, con diferencias de comunicación y hábitat tan enormes?

Siento que esto es lo desea comunicar el Sacerdote Berríos. Poner la crítica ácida e irónica, de que en muchos aspectos de la sociedad, estamos y volvemos a perpetuar las formas en el cual la sociedad hace sus cosas mal. Hoy en día, la sociedad no comunica ni hace entender. Pareciera que hay distintas clases y formas de chilenos, y que cada una se reproduce cultural y económicamente como en un bolsón de exclusión sistémico. En una búrbuja, para decirlo directamente.

Eso no es construir una sociedad con sentido de la pertinencia. En verdad, es desfragmentarla, y debemos poner el signo de exclamación sobre ello.

Las Universidades, sean privadas, tradicionales o estatales; todas, sin excepción, deben formar y educar a profesionales que tengan un sentido crítico de la sociedad, y que por ende estén compelidos, compenetrados con la realidad del país y el mundo. Que se pregunten que país debemos construir, y de qué forma solucionamos los gravísimos problemas sociales que afectan al mundo entero. Es decir, un profesional que no estudie para sí mismo, su familia y su clase social.