Aliento (2007) es la penúltima película del director surcoreano Kim Ki Duk, que había impresionado tan maravillosamente con la narración de Hierro-3, resultando aplaudida sobre todo en Europa. Porque en verdad, este director realiza películas para el espectador cinéfilo e intelectual que pretende sumergirse en historias de vanguardia, para de esa forma, provocar transformaciones discursivas en el ámbito del cine.
Esta película, goza de una dirección de fotografía envidiable, e impresiona con un manejo de espacios, colores y luces hablando de esa forma una sujeción olímpica al guión completo, instrumento matriz que en momentos genera espacios y silencios que obliga al receptor a entrar a explicar por sí mismo, la historia, que en definitiva puede, según el espectador, transformarlo un poco débil.
Sin embargo, con una actuación magistral de Zia, como protagonista, Kim Ki Duk, vuelve nuevamente a llevarnos a una historia de fábula romántica; historias de amor decadentes y terribles por su configuración emocional de existencias patológicas, llevándonos a laberintos descendentes de situaciones oníricas y alegóricas. El amor es plenitud, pero con Kim Ki Duk, el amor se vuelve en fenomenologías entre lo torrencial y lo inerte, límites difusos tanto en la consistencia de la historia como en las situaciones de la misma, preguntándanos en forma reiterada la realidad misma. Amor terminal, amor terrible, que en "Aliento", el autor nos trae a una nostalgia permanente y cada vez más ahogante, que a pesar que muchas de las actitudes de personajes sabemos previsibles, es esa anticipación que nos confirma nuestra actitud empática, aunque esta misma es la que duela.
Chan Cheng que interpreta al preso condenado a muerte que entra en esta historia de amor, es el único punto cuestionable de la cinta, porque en muchas escenas hace poco creíble su actuación, descontrando el objetivo de la trama, trasladándonos a mirar sus errores. Eso sumado, a que la actitud voyerista del Alcaide - se infiere - carece de sustento narrativo, esperando hasta último minuto alguna explicación de la misma, forzando una vez más que expliquemos situaciones que deben ser explicitadas.
No obstante, esa frialdad evidente de tratar temas tan sentimentales, nuevamente logra el objetivo de emocionar nuestras fibras más íntimas, porque con actitud potenciadora y parabólica, nos lleva a entender lo irracional, a provocarnos desde esa capacidad superflua del ser humano, llevándonos con sorpresa a un escena final telúrica y músical, último sello de un film muy bueno.
Esta película, goza de una dirección de fotografía envidiable, e impresiona con un manejo de espacios, colores y luces hablando de esa forma una sujeción olímpica al guión completo, instrumento matriz que en momentos genera espacios y silencios que obliga al receptor a entrar a explicar por sí mismo, la historia, que en definitiva puede, según el espectador, transformarlo un poco débil.
Sin embargo, con una actuación magistral de Zia, como protagonista, Kim Ki Duk, vuelve nuevamente a llevarnos a una historia de fábula romántica; historias de amor decadentes y terribles por su configuración emocional de existencias patológicas, llevándonos a laberintos descendentes de situaciones oníricas y alegóricas. El amor es plenitud, pero con Kim Ki Duk, el amor se vuelve en fenomenologías entre lo torrencial y lo inerte, límites difusos tanto en la consistencia de la historia como en las situaciones de la misma, preguntándanos en forma reiterada la realidad misma. Amor terminal, amor terrible, que en "Aliento", el autor nos trae a una nostalgia permanente y cada vez más ahogante, que a pesar que muchas de las actitudes de personajes sabemos previsibles, es esa anticipación que nos confirma nuestra actitud empática, aunque esta misma es la que duela.
Chan Cheng que interpreta al preso condenado a muerte que entra en esta historia de amor, es el único punto cuestionable de la cinta, porque en muchas escenas hace poco creíble su actuación, descontrando el objetivo de la trama, trasladándonos a mirar sus errores. Eso sumado, a que la actitud voyerista del Alcaide - se infiere - carece de sustento narrativo, esperando hasta último minuto alguna explicación de la misma, forzando una vez más que expliquemos situaciones que deben ser explicitadas.
No obstante, esa frialdad evidente de tratar temas tan sentimentales, nuevamente logra el objetivo de emocionar nuestras fibras más íntimas, porque con actitud potenciadora y parabólica, nos lleva a entender lo irracional, a provocarnos desde esa capacidad superflua del ser humano, llevándonos con sorpresa a un escena final telúrica y músical, último sello de un film muy bueno.
Vean el trailer en: http://www.youtube.com/watch?v=RKSZay71rcc
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